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"Hoy ya nadie pone en duda que nuestra historia en época pleistocena, ha seguido las líneas de lo acaecido en nuestro entorno"

25 de febrero de 2014

José César Llana, profesor tutor del Centro Asociado, durante el ciclo de "Nuevas formas de entender la Cultura".

Ayer lunes 24 de febrero, se celebró la segunda sesión del ciclo "Nuevas formas de entender la Cultura", sesión a cargo de José César Llana Rodríguez, profesor tutor del Centro Asociado UNED A Coruña.

Su presentación que llevaba el título: "Historia de la investigación del Paleolíto en Galicia", suscitó gran interés a la vista del numeroso aforo congregado en el salón de actos, por eso no quisimos dejar pasar la oportunidad de que nos hablara del tema.

"La investigación en Paleolítico en Galicia se ha venido produciendo con sorprendente retraso con respecto a nuestro entorno. Y ello, pese a que José Villaamil y Castro publica sus trabajos para este período en torno a 1870. Ciento cuarenta años después, cuando los equipos de Ramón Fábregas, Arturo de Lombera y Pedro Rodríguez en Lugo, y el de Eduardo Médez Quintas en Pontevedra, han conseguido documentar la secuencia de la ocupación pleistocena de Galicia, es un buen momento para recordar el largo camino recorrido.

En efecto, el ambiente intelectual en el NW no era el lugar más adecuado para plantearse trabajos como los publicados por Villaamil y Castro. Ya fuese por las dificultades para asumir unas cronologías que se alejaban considerablemente de las propuestas por quienes seguían al pie de la letra las referencias temporales contenidas en la Biblia, arrastrando la antigüedad del ser humano a un pasado remoto difícil de fijar; de hecho, aún hoy sigue retrocediendo. Ya fuese porque el interés de quienes trabajaban en la construcción de la historia de esta tierra habían puesto el límite de su interés en la llegada de aquellos a quienes en definitiva nos debíamos, o sea, los celtas, careciendo de relevancia toda “pegada anterior” como escribiría Manuel Murguía. Y, naturalmente, hablar de hombre del paleolítico era arriesgarse a tener que pronunciarse sobre la evolución, cuestión seria en este trozo de la vieja piel de toro, incluso entrado el siglo XX.

Por todo ello, las publicaciones de Villaamil y Castro en 1870 y 1873 en las que se reflexiona acerca de la problemática del estudio del poblamiento de Galicia en tiempos paleolíticos, se manejan conceptos de la disciplina en la época y demuestra conocer la Prehistoria europea, no encontrarán eco en su tiempo. Ni entonces, ni en los cincuenta años siguientes en números redondos. De hecho debemos esperar a la década de los veinte del siglo pasado para que el Paleolítico aparezca de nuevo en la historiografía gallega. Y lo hará desde dos planteamientos principales con consecuencias bien distintas.

Por una parte en 1922 es invitado por la Universidad de Santiago de Compostela a impartir un Curso de Prehistoria Española y Especialmente Gallega, con motivo de la creación la creación de la Facultad de Filosofía y Letras (sección de Historia). Obermaier, flamante primer ocupante de la Cátedra de Historia Primitiva del Hombre de la Universidad de Madrid, dedicó cinco semanas a conocer directamente la realidad de la disciplina en el Noroeste. Fruto de ello fueron el curso mencionado y la publicación de la primera síntesis de la Prehistoria de Galicia. En ella encontramos referencias a los trabajos de Villaamil, desmarcándose de la tónica general observada en las décadas anteriores, e insiste en el error de pensar que Galicia no haya tenido un poblamiento en el Pleistoceno, debiéndose su desconocimiento a la falta de investigaciones.

Pero la senda que sugiere Obermaier, mutatis mutandis la que apuntaba Villaamil, no tendrá quien la transite en unas décadas. Ello se debe a que en 1924 dos padres Jesuitas, Afonso da Cruz y Alphonse Luissier, encuentran en la costa de A Guarda un conjunto de materiales que adscriben inicialmente al Paleolítico. Ambos, junto con el padre Eugénio Jalhay, profesores en el colegio que la Compañía tenía en Camposancos, se habían formado en los círculos que venían trabajando el paleolítico en Lisboa. Su formación y la problemática específica de unos materiales sin contexto por lo general, acabarán desembocando con el tiempo en la propuesta de una secuencia local diferenciada de la ya por entonces bien conocida para el resto de la Península.

Pocos investigadores supieron ver las consecuencias y contradicciones que ello suponía. Entre quienes lo percibieron está Florentino López Cuevillas, prehistoriador no especialmente dedicado al estudio del Paleolítico, que supo ver que la particular secuencia propuesta para el Paleolítico superior en Galicia conllevaba admitir que esta tierra habría permanecido habitada por un tipo humano anterior al Homo neanderthalensis que habría permanecido al margen de lo acontecido en el resto de la Península.

Recapitulemos.

Se ha llegado a mediados del siglo XX con la documentación en Galicia de tecnocomplejos conformados en su mayoría por utillaje lítico pesado (bifaces, picos, etc.) y procedentes de hallazgos en superficie casi exclusivamente; infiriéndose de ello que tales conjuntos líticos representan la totalidad de la secuencia ocupacional pleistocena local. Ausencia de utillaje lítico lamimar o sobre lascas explicada por la escasez de materias primas adecuadas. En consecuencia en el Noroeste el Paleolítico superior habría sido sustituido por una prolongación de tecnocomplejos de raíz inferopaleolítica, que no confluirían con la secuencia de europea hasta el Mesolítico. Una propuesta aparentemente sancionada por investigadores como Henri Breuil o Georges Zbyszewski.

La excavación en 1963 en As Gándaras de Budiño de Emiliano Aguirre, junto con Desmond Collins y Karl W. Butzer, supuso la primera intervención moderna en el Paleolítico gallego. El desencadenante de la misma habían sido los trabajos de Henri Nonn, descubridor del yacimiento pontevedrés, que habían abierto expectativas favorables a la oportunidad de una investigación en Galicia para correlacionar los más diversos tipos de formaciones pleistocenas: terrazas marinas, depósitos coluviales, terrazas fluviales, etc.

No obstante, y pese a los avances que estos trabajos supusieron: documentación de una ocupación achelense, estudio polínico, estudio estratigráfico del yacimiento y encuadre en la secuencia regional, etc... los resultados obtenidos parecían apoyar la idea de una tierra poblada por gentes retardatarias. En efecto, las dificultades en la lectura de las industria lítica, su parecido con los conjuntos camposanquienses, languedocienses o asturienses, que en la tradición historiográfica al norte del Miño propuesta por Breuil y Zbyszewski sustituían al Musteriense y al Paleolítico superior, sumado al desconcierto provocado por un inapropiado intento de datación por radiocarbono, llevaron a confirmar la inclusión del Noroeste entre los pueblos celtas y por ello especialmente conservadores (sic.).

Las posteriores intervenciones de Julio Vidal Encinas, a principios de la década de los ochenta del siglo XX, si bien confirmaron la presencia de un nivel achelense y posiblemente de otro musteriense, no lograron despejar las dudas que sobrevolaban sobre el carácter del Paleolítico gallego.

Pese a ello, los trabajos de Aguirre en Budiño dieron la definitiva señal de salida para el estudio del Paleolítico en Galicia.

Nuevos investigadores, con una cada vez mayor presencia entre ellos de individuos con formación específica en Prehistoria, irán dando a conocer yacimientos de Paleolítico inferior en Lugo y, sobre todo, en Pontevedra y Ourense, provincias estas donde se concentró la prospección por parte de los investigadores gallegos. Entre éstos, cabe citar a Vicente Rodríguez Gracia, Jaime Garrido Rodríguez, Eliseo Alonso, Xosé María Álvarez Blázquez, Pedro Díaz Álvarez, Silvino Díaz Paz, Antonio Fernández, Manuel Fernández Costas y, especialmente, por su trayectoria en la Prehistoria, a José Manuel Vázquez Varela y a Julio Manuel Vidal Encinas. Entre los yacimientos y colecciones conocidos gracias a ellos se encuentran A Piteira, Toén, Pazos, As Eiroas e o Marco de Venda Nova, todos ellos en Ourense; en Pontevedra, aparte As Gándaras de Budiño, podemos citar la estación de Portavedra o las colecciones Eliseo Alonso o la Pelayo Fernández; en Lugo, el yacimiento de referencia es Louselas el cual, por cierto, fue inventariado por José Manuel González y Fernández-Valles y debe su primer estudio a José Adolfo Rodríguez Asensio, ambos investigadores asturianos.

Nuevas gentes con mejor formación y cada vez más experimentadas que acabarán rompiendo, en aproximadamente una década y media después de la intervención de Aguirre en As Gándaras.

Así, aún cuando se mantienen rancias inercias de periferia, tradicionalismo, etc... se abandona la pretensión de explicar la totalidad de la secuencia en base a lo conocido hasta el momento y, en consecuencia, se toma conciencia del vacío en la investigación de que adolece la Prehistoria antigua de Galicia. Era ese un paso imprescindible para diseñar nuevas líneas de trabajo y, en coherencia con los nuevos presupuestos, el Achelense y, con menos seguridad, el Musteriense son dados por documentados en Galicia.

En 1970 el Instituto de Estudios Gallegos “Padre Sarmiento” organizó una exposición en Santiago de Compostela en homenaje a Federico Maciñeira Pardo de Lama. En ella se presentaron las colecciones de útiles líticos del Paleolítico superior procedentes de yacimientos lucenses. Una absoluta novedad en el panorama de la Prehistoria del Noroeste, fruto de las prospecciones llevadas a cabo por José Ramil Soneira en los municipios de Vilalba, Xermade y Muras.

Meritoria labor que le será reconocido en 1971 con la concesión, por la Real Academia Gallega, del premio Federico Maciñeira.

Definitivamente había quedado abierto el camino al conocimiento del poblamiento pleistoceno de Galicia. Ruptura con las viejas concepciones historiográficas, aplicación de una investigación arqueológica sistemática aplicada a la búsqueda y estudio de yacimientos al aire libre. Trabajos que, en adelante, compartirá con los profesores Carlos Alonso del Real y José Manuel Vázquez Varela.

Disipada la duda sobre la presencia de Paleolítico superior en Galicia, los problemas se van a centrar ahora en las específicas características de una realidad conformada por yacimientos al aire libre con secuencia estratigráfica edáfica, ausencia de restos óseos y dominio de minerales del grupo del cuarzo distintos al sílex entre las materias primas líticas utilizadas. Cuestiones que habrían de ocupar a los investigadores durante un tiempo.

Pena Grande, Vidal I, Pena Grande de Férvedes o Dos Niñas son algunos de esos primeros yacimientos al aire libre con industrias a las que se reconoce su relación con las fases más avanzadas del Magdaleniense Cantábrico o con los complejos industriales adscritos al Aziliense en esa región.

Años antes, se había producido un descubrimiento cuya trascendencia pasó desapercibida. En efecto, en 1965, Manuel Vázquez Seijas publica un estudio sobre fauna y otros materiales óseos procedentes de un hallazgo casual en una cueva lucense. Se trataba de la cueva de A Valiña, en Castroverde, localizada en el transcurso de la explotación del afloramiento calizo para el abastecimiento de una calera. Los huesos llamaron la atención del propietario de la cueva, Darío Trasorras, quien demostró su alto espíritu cívico al poner el hecho en conocimiento del Museo Provincial de Lugo, institución que custodia los materiales en hueso entonces recuperados; las evidencias líticas habían pasado totalmente desapercibidas.

Vázquez Seijas no realizó propuesta alguna de adscripción crono-cultural para los materiales estudiados, pero si concluyó que se estaba ante un yacimiento arqueológico de gran antigüedad. Además, hay que añadir que hay tres hazagayas entre los objetos en hueso procedentes de A Valiña, no identificadas como tales pero si incluidas alguna de ellas entre las ilustraciones del artículo de 1965. Cabría esperar que con ello se despertaría la curiosidad de los prehistoriadores interesados por el Paleolítico, pero tal cosa no ocurrió hasta dos décadas después, pese a las llamadas de atención que al respecto dieron en los años setenta de siglo pasado Fernando Acuña Castroviejo y Felipe Arias Vilas.

La década de los ochenta del siglo XX conoce la consolidación de los trabajos. En 1983 José Ramil Soneira y José Manuel Vázquez Varela dan a conocer el primer colgante del paleolítico, realizado sobre material lítico, procedente del abrigo de Férvedes II (Xermade, Lugo) y con paralelos en el piezas magdalenienses del Cantábrico.

En la segunda mitad de esta misma década, se realizan campañas de prospección en el curso del río Arnela y valles de Val do Inferno (Abadín, Lugo) bajo la dirección de José Ramil Soneira y con la participación de María Luisa Pérez Rodríguez, Eduardo Ramil Rego y nosotros mismos. De entre los yacimientos documentados se realizó una campaña de excavación arqueológica en uno de ellos, Xestido III, afectado por una extracción de gravas.

A medida que aumentaba el número de yacimientos de época Paleolítica o Epipaleolítica, los prehistoriadores se iban familiarizando con la lectura de útiles elaborados en materias primas distintas al sílex, profundizaban en el análisis de las estratigrafías, etc., pero seguían teniendo ante ellos el problema de la ubicación cronológica de los horizontes con restos arqueológicos. La solución encontrada fue el resultado de la feliz coincidencia de investigadores en disciplinas diferentes pero con intereses parcialmente coincidentes, especialmente debemos citar a Antonio Martínez Cortizas, Pablo Ramil Rego, Rosa Villar Quinteiro, Carlos Fernández Rodríguez, Carmen Moares Domínguez y el autor de este texto. Ello hizo posible la reconstrucción de la secuencia cronoedáfica regional en la que ubicar la estratigrafía de cada uno de los yacimientos, a la vez que nos permitía conocer con detalle la evolución paleoambiental y nos aportaba por primera vez luz sobre la cronología, al menos relativa, de los distintos yacimientos.

Por su parte, la excavación de la cueva de A Valiña llevó a su confirmación como yacimiento arqueológico, conteniendo una ocupación de los inicios del Paleolítico superior datada ca. 32.000 BP. Además, al haberse conservado aquí el material óseo, este yacimiento aportó en su momento información del mayor interés no sólo en cuanto a la economía de sus habitantes sino también en lo tocante a la caracterización del medio ambiente en la época.Paralelamente, en el Sur de Galicia, otros equipos trabajaban por desenmarañar el complejo mundo de las industrias líticas englobadas bajo la denominación de Camposanquiense. Especialmente relevantes resultaron los trabajos de Julio Vidal Encinas y, especialmente, de Juan Cano Pan.

Y llegamos a los equipos activos a día de hoy. Volviendo al inicio, hoy ya nadie pone en duda que nuestra historia en época pleistocena ha seguido las líneas de lo acaecido en nuestro entorno. Que la lejana llegada del Homo a Galicia es cada día mejor conocida gracias a los trabajos de prehistoriadores como Eduardo Méndez Quintas; o que a través del trabajo de Ramón Fábregas, Arturo de Lombera y Pedro Rodríguez la secuencia del Paleolítico superior está ya documentada y que las gentes de esos periodos nos dejaron pruebas de arte mueble lítico, óseo y malacológico, y de arte parietal, como era de esperar pero como hemos tenido que esperar hasta ahora.

Felicitémonos porque nuestros investigadores han sido capaces de documentarlo.

Definitivamente, parafraseando a Carlos Alonso del Real y Ramos, hoy sabemos que el Paleolítico en Galicia es mucho y no malo".

Texto: José César Llana Rodríguez

Web de la actividad.

Educación, 3 15011 A Coruña - (A Coruña). Tel. 981 14 50 51 info@a-coruna.uned.es